ESLOVENIA (PULA Y
TRIESTE): JUNIO 2018 (8DIAS)
Eslovenia (Bled,
Bohinj, Ljubliana, Predjama, Piran, Skocjan),
Pula (Croacia) y Trieste (Italia)
DÍA 1. Trieste-Bled
Llegamos
desde GC directos al aeropuerto de Treviso (afueras de Venecia). Allí habíamos
contratado un coche. Como el avión llegó al mediodía teníamos tiempo para
conducir y llegar a Bled con luz.
En Bled
nos hospedamos en Coman Apartaments. Unos bonitos apartamentos dentro de una
casita de campo con un pequeño jardín. Esta cerca del centro y a unos 5-10
minutos del lago. Se admiten mascotas.
Hasta
Bled (desde Treviso) son unas 3 horas aproximadamente en carretera. Nota: En la frontera con Eslovenia se debe
comprar una pegatina (tipo la de la ITV) que debes colocar en la luna delantera
del coche. Existen de varios precios, según la temporada que se piense estar
(circulando) por Eslovenia, y es obligatorio tenerla si se entra al país por
alguna de sus fronteras terrestres. La nuestra fueron 15 euros.
El Lago
se puede decir que es el corazón, el pulmón, etc… de Bled. Es donde está la mayor parte de la
chicha. Las dos imágenes icónicas del
susodicho lago son la de la fortaleza (incrustada en el acantilado) y la
pequeña isla (con su coqueta iglesia). Esta última se puede visitar en una
especie de góndola grande (Pletnas). Como veníamos de carretera decidimos
pasear alrededor del lago y estirar un poco las piernas ese día. El circuito
está perfectamente preparado para pasear, correr o ir en bicicleta y se tarda
una horita más o menos (contando con paradas y fotos) Los alrededores son
animados. Hay terrazas, algunos lugares del lago están habilitados como
pequeñas playitas (sin que ello disuada a turistas y lugareños a buscar
cualquier rincón para montar la suya), zonas para deleitarse con el paisaje, y
también un club de piragüismo (se notaba afición en la zona).
Eran
fechas de mundial y la selección jugaba. Ese día cuadró y cuando terminamos el
paseo (atardeciendo) nos sentamos en la terraza del Devil’s Café & Bar a tomar
algo, descansar y ver el partido (empatamos con Portugal) El sitio es agradable
en la onda fast food o para tomarte algo, pero lo mejor es que la cocina cierra
tarde. Ese día nos entretuvimos un poco en la terraza y cuando fuimos a buscar
un restaurante (sobre 22:00) ya no te cogían comandas o estaban directamente cerrados.
También hay algunas pastelerías buenísimas. A nosotros nos gustó mucho una (Hitri
Kruhek) donde se puede degustar un pastel, típico de la zona, muy rico (Kremne Rezine) Un paseo nocturno por las
zonas más céntricas e iluminadas del lago también es aconsejable.
El
clima, durante todo el viaje, era agradable durante el día y, en todo caso,
algo más fresco por las noches.
DÍA 2. Bled-Bohinj.
Volvimos
a la pastelería Hitri Kruhek, esta vez para desayunar. Utilizamos la mañana
para visitar La Fortaleza y la isla.
Llegamos a La Fortaleza andando por un camino zigzagueante que subía la
montaña desde el lago. Una pechadita. La Fortaleza es vistosa, bien conservada,
y curiosa de visitar. Sin ser demasiado grande es entretenida y las vistas son
de escándalo. Hay una cafetería y algunas tiendas de suvenires que recreaban la
época. Precio: 11 euros por cabeza. Las entradas se compran en la propia
entrada y también se puede llegar al lugar en coche.
Obviamente,
aprovechamos las visitas a los puntos más relevantes para ir de acá para allá por
Bled y recorrer otras zonas. Bajando de la Fortaleza hacia la izquierda
desembocamos en la iglesia Sv. Martina. Es una zona muy interesante, sin tantos
turistas y con muchas casas y calles bonitas.
Después
fuimos a la isla y la iglesia. El trayecto lo tienes que contratar con las
barcas. No se puede llegar en kayak, ni nadando; o sí… pero está prohibido. Hay
una parada con barcas, cerca de la zona de terrazas, que te llevan al lugar (al
más puro estilo gondolero) Te sueltan una horita en la isla y te devuelven al
lugar de origen por unos cuantos euros. Tiene que esperar a que se llene la
embarcación (10-12 personas aprox.) para salir. De esta excursión lo mejor es
el paseo en barca. La isla y la iglesia, aun siendo curiosas, pierden un poco
ese ambiente enigmático que les da la distancia y verlas perdidas en el medio
del lago. Pero es el otro clásico de las cosas que hacer en Bled. Luego es
pasear o tirarte desde una especie montaña rusa sobre la ladera contraria a la
Fortaleza.
Lo que
sí nos pareció un timo es que además hubiese que pagar para entrar a la iglesia
(6 euros) Es bastante pequeña y ornamentísticamente las hemos vistos mejores… y
gratis. Una vez dentro es típico hacer sonar la campana (la de verdad, la del
campanario, la que se escucha en los alrededores del lago casi en cualquier momento) tres veces y
pedir un deseo. (PD: Por ahora nada)
Bohinj
está a media hora en coche desde Bled. La Santísima Trinidad del lugar es: el
lago con su pequeño casco histórico, la Cascada de Savika o subir al monte
Vogel en el teleférico.
El
lugar sería como Bled (sin isla y sin fortaleza) algo menos edificado, más
“asalvajado” y con un casco menos interesante. El lago, no obstante, es espectacular,
las cascadas impresionantes y subir al monte caro. Hay varios circuitos de
pateos por el monte, pero ninguno llega (que sepamos) al mirador.
Comimos
en Gostilna Danica, un lugar curioso de comida decente y a buen precio. A las
cataratas se puede llegar (al principio del camino) en coche (20 min) o
caminando (calculamos que un par de horas) Luego son otros 15 caminando hasta la
entrada al camino de las cataratas, donde también se debe pagar. Desde allí
hasta las cataratas se tarda lo que se quiera tardar. Además de tener unos
trechos empinaditos, también es un lugar con mucho encanto donde apetece
pararse, disfrutar del lugar, sacar alguna foto y buscar resuello. La catarata
en sí es otra flipada… Preciosa.
Volvimos
a Bled y nos preparamos para cenar, esa noche sí, desde las ocho. La dueña del
apartamento, que era de por allí, nos recomendó un asador típico. Y esa noche
lo buscamos. Vimos uno parecido (Grill), pero creemos que nos equivocamos. La
carta mostraba el precio de los platos (todos, excepto las ensaladas) por cada
100 gr. Parecía razonable y la comida era típica, con zona de brasas incluida…
Pero, finalmente, el lugar resultó ser un fiasco. No podías elegir 200 gr de
esto y 200 de lo otro. Las piezas mínimas rondaban los 800 gr. Afortunadamente
nos dimos cuenta y no se nos fue la mano. Aunque la comida está muy bien, el
trato era seco, y el precio, sacando cuentas, excesivamente caro. Además, la
camarera que nos tocó nos intentó timar. Nos endosó cuatro bebidas más que no
consumimos y en vez de reembolsar el dinero nos decía que no podía hacer nada o
que nos daba agua o cerveza para compensar. Después del plumazo de la cuenta
decidimos reclamar lo debido y conseguimos recuperar parte del dinero y 3
botellas de agua. Por supuesto, no dejamos propina.
DIA 3. Bled-Ljubliana.
(1 hora)
Llegamos
en domingo. Nos hospedamos en Dimora Karlovska. Un apartamento curioso a unos
10 min del casco antiguo. En la prolongación del río.
Al ser
domingo pudimos visitar el bonito mercadillo de la ciudad. Era un típico rastro
de cachivaches, antiguallas y curiosidades de toda clase. Nos encantó.
La
ciudad se extiende por la ribera del río. Hay varios puentes de interés que unen
las dos riberas. Junto a uno de ellos (el tripe) está la zona principal del
lugar con varios edificios de interés. Se puede seguir hacia el mercado por
cualquiera de las dos orillas hasta el puente de los dragones (otro de los
emblemáticos del lugar). La zona está salpicada de terrazas, tiendas curiosas,
puestos… Es muy entretenida de pasear.
Desde
el puente de los dragones fuimos a Metelkova Mesto para ver los grafitis que, para
nuestra sorpresa, nos indicó la chica de la info de turismo. La zona está a
unos diez minutos a pie del centro y es algo más suburbial. Parece como si
hubiese estado habitada por gente alternativa que habría tenido sus escaramuzas
con las drogas duras, pero que ahora se quiere desprender de aquel estigma,
manteniendo la postura alternativa. Aunque, actualmente, se puede decir que el
lugar está casi deshabitado. Uno puede intuir
lo que pudo pasar allí en sus mejores tiempos, y, por supuesto, la
huella que ha dejado sobre la arquitectura es evidente. Aún se mantenía una
gran tienda de vinilos con auténticas joyas dentro de uno de sus ácidos
edificios. No había turistas por la zona y aunque, al principio, el lugar
impone un poco, nos resultó seguro.
Fuimos
a comer a la ribera del río al restaurante Aroma. Hay desde comida tradicional,
pasando por filete a la vienesa, hasta llegar a las pizzas. El sitio es
agradable y el precio razonable para la ubicación.
Luego le
dimos un par de vueltas más a los alrededores del río. Ambos lados son
encantadores, pero el de la fortaleza, tiene, en nuestra opinión, más encanto y
es donde están los lugares más vistosos.
Durante el paseo encontramos músicos callejeros, alguna curiosa
escultura y varios mercados de artesanía y/o comida.
Un
amigo nos dijo una vez que Ljubliana se recorría en treinta minutos…exageró. Si
se quiere ver con calma son necesarias cuatro o cinco horas. Otra cosa es disfrutarla…
Decidimos
visitar la zona comercial y nos dirigimos, callejeando, hasta llegar hasta el
parque Tívoli. Ese día había un evento sobre David Lynch y un circo de amateurs,
o algo parecido, para distraer a los niños. El paseo por el parque es
agradable.
Para
compensar el clavazo de Bled cenamos en una franquicia de comida rápida.
DÍA 4: Ljubliana.
Excursión
a la fortaleza. Desayunamos en una pastelería de camino. La fortaleza fue
semi-destruida por un terremoto y luego reconstruida, y, aunque el estado visual
es óptimo, a nuestro parecer la mezcla
moderno-antiguo no es acertada. Pero hay que visitarla. Se puede subir de varias formas (coche), nosotros fuimos
andando. Es otro trecho de cuestas y escalones, pero el paseo es agradable si
lo tomas con calma.
Al
terminar bajamos al mercadillo matutino. Nos encanta un mercadillo. Los puestos
de la calle de frutas, verduras, flores o artesanía, eran curiosos y
entretenidos de ver, pero el mercado cubierto fue un fiasco. Pequeño y poco
vistoso.
Volvimos
a tener todo el día para pasear y volver a lugares que nos habían gustado. La
ampliación de río, aun siendo en su mayor parte una zona residencial, les está
quedando agradable y coqueta.
Decidimos
alejarnos del río para comer. Sarajevo’84 es una pequeña taberna semi-subterránea
de comida típica, que parecía haberse quedado, efectivamente, en el 1984. En la
televisión ponían eventos culturales y deportivos de esa época. Muy
aconsejable. Quizás el más barato de todos hasta la fecha.
NOTA: La comida en Eslovenia (como en el
resto de los Balcanes) se basa en la carne y en las generosas raciones. En el
lugar hablan poco inglés y algunos platos (Cevapci) tienen numerosos formatos
(con yogur, salsas…) y si no controlas el idioma puede resultar útil mostrar
fotos o señalar el plato de algún cliente que tenga lo que tú deseas pedir.
Cenamos
en un japo-fusión (Tokyo Piknik) en la ribera del río. Dentro de ser un lugar
más moderno, de comida fusión, nos gustó y no fue demasiado caro.
DÍA 5: Ljubliana-
Predjama -Pula
Desde
Ljubliana hasta el castillo de Predjama se tarda aproximadamente 1 hora. El
castillo es notorio por haber sido residencia del conocido como en Robin Hood
de los Balcanes. Aparte de esto, tanto la estampa (incrustado en la roca) como
su interior (lleno de leyenda) son increíbles. Para recorrerlo hay que bregar
con empinadas cuestas y escalones imposibles, pero es parte del encanto. Un
detalle es tener el audio-guía gratis en español con la entrada (14 euros por
persona)
Hasta
Pula son otros 90 minutos en coche. Se puede entrar en Croacia desde Eslovenia,
con el DNI español. No es un trámite nada farragoso. Al entrar al país hay que
tener en cuenta que hay muchas carreteras de peajes (aceptan euros y tarjetas)
y no son demasiado baratos.
Pula,
habiendo recorrido Croacia anteriormente, no consideramos que sea la más encantadora
de sus ciudades. Aunque sus apretadas calles, bonitos edificios, y el estar
salpicada por pequeños o grandes restos históricos, la hagan digna de ser
visitada. Se observa un tufillo a turismo playero ocioso que no nos terminó de
convencer. No obstante, como decimos, el arco de Adriano, el templo de Augusto, el anfiteatro… son lugares que hay que ver sí
o sí.
Comimos
en una especie de cafetería (Cjenick) antes de seguir recorriendo el lugar. Al
final resultó que Pula no era tan grande como habíamos pensado y la pudimos
recorrer casi entera eses día, calmadamente. Por la noche la ciudad vieja es
agradable, con terrazas para tomar algo y puestitos que visitar, aunque
dirigido al tipo de turismo playero que antes nombrábamos.
Cenamos
en uno de los restaurantes (Jelovnick) de la plaza Forum. Normal, buen precio.
DÍA 6: Pula.
No
levantamos temprano para ver el mercado. Sin ser tan pequeño como el de Ljubliana,
tampoco era apoteósico, daba algo más de juego. Como en el otro, los puestos
del exterior (fruta, verdura, artesanía…) eran los que lo salvaban. Nosotros
nos alojábamos justo enfrente en los apartamentos Collins Centro. Céntricos y
muy bien decorados.
Habíamos
dejado de propio intento el castillo para este día. A sabiendas de que el
camino era en cuestas y un poco tortuoso decidimos ir caminando. Cuando
llegamos nos sorprendió con una curiosa exposición temporal sobre la historia
del boxeo en la región. De resto, las vistas y el propio castillo eran
simplemente curiosos.
Como
nos quedaba tiempo y ya habíamos visto todo lo que queríamos, decimos
mimetizarnos y hacer lo que el 90% de los visitantes… ir a la playa para relajarnos un buen rato.
Lo de las playas croatas ya lo explicamos en otra entrada (Croacia). Son muy
bonitas, pero sin arena, que es lo que preferimos nosotros. El alquiler de las
hamacas también es un poco caro. De resto un diez (9,5)
Ese día
comimos en un restaurante (Tanja)a los pies del mercado. Normal. Y cenamos en
una cafetería algo ligero.
Si se
va con prisas o se quiere ajustar días en las vacaciones, pensamos que a Pula
se le podría dedicar una sola noche.
DÍA 7: Pula-Piran-Skocjan-Trieste.
Esa
noche, que podríamos haber rascado a Pula, hubiese sido perfecta para Piran. Son
otros 90 minutos en carretera con cambio de país (volvemos a Eslovenia)
nuevamente.
Nota: En Piran para meter el coche dentro
del pueblo se necesita un permiso de residencia (o algo parecido) de no tenerlo
hay que aparcar fuera del pueblo (10min. andando) en los parkings habilitados.
A
medida que te acercas al pueblo desde la avenida, cuando callejeas por sus
estrechas calles, al llegar a la plaza del monumento a Tartini (y otras muchas
más coquetas), subir hasta la torre de
la iglesia de san Jorge… te gusta aún más. Es pequeño pero tiene una
arquitectura veneciana muy llamativa y en cualquier momento, si apetecía, era
posible darte un baño, ya fuese desde la playa; como desde los pilones de la
ciudad. Fue una pena no haber podido visitar el castillo, parecía interesante. Como
hemos dicho el sitio hubiese sido extraordinario para haber pasado una noche.
Desde
Piran a Skocjan hay otra hora en coche.
Como habíamos madrugado pudimos llegar también temprano a la entrada y
realizar la visita (18 euros). Dentro de la cueva el recorrido de varios kilómetros lleva una
hora, pero cada minuto merece la pena. Es simplemente espectacular. Son grutas kársticas
con estalagmitas y estalactitas de tamaños desproporcionados, puentes sobre
inmensos acantilados o una de las bóvedas más grande y antiguas del mundo. No
obstante, es patrimonio de la humanidad. La única pega es que no dejan sacar
fotos o realizar filmaciones en su interior. La gente lo hacía de estraperlo,
pero estaba prohibido. Llegar a la cueva dese el centro de información son 15
min y volver al centro depende de lo que se quiera tardar. Se puede subir
directamente por un ascensor o darte un paseo de otra horita por los
alrededores para ver la bonita cascada y paisajes naturales increíbles. Hay
otro pateo más largo (de pago)
Desde
las cuevas a Trieste fueron unos 50 minutos. Allí nos hospedamos en Residencia
Teresia. Un bonito apartamento, amplio, cómodo y bien situado.
Sólo
contábamos con ese día para ver Trieste, era una parada técnica para estar
cerca del aeropuerto, pero el sitio tampoco es demasiado grande. Desde el
alojamiento nos dirigimos a la plaza del canal y de allí a la Piazza Unita
diItalia, para luego adentrarnos al casco antiguo propiamente dicho. Cuando
hubimos paseado y comido (Ristobar de delizie) fuimos a visitar la zona más
alta donde están la catedral y el castillo de San Augusto (interesante) El
lugar es bonito y tienes unas cuantas ruinas romanas por los alrededores.
El
teatro romano en medio de calles asfaltadas y edificaciones modernas también merece
un vistazo. Luego tiene unas cuantas iglesias (de distintos credos) curiosas y
disfrutar de eso, poco más.
Cenamos
en La Tecia. Un restaurante con apariencia chic, precios razonables, pero
comida normalita.
DÍA 8: Trieste-Treviso-GC
Madrugar,
desayunar en la carretera, llegar al aeropuerto y devolver el coche. Nota: El aparcamiento (durante todo el
viaje), fuera de los alojamientos, solía ser en la calle. La mayoría de las
zonas están controladas por parquímetros, pero se puede usar por 24 horas (o
más) y no son demasiado caros.
Vuelta
a casa.