lunes, 1 de diciembre de 2014

JAPÓN 13 DÍAS. NOVIEMBRE 2014




JAPÓN 13 DÍAS. NOVIEMBRE 2014

 

Ante todo decir que el viaje a Japón lo decidimos hacer con muy pocos días de antelación y quizás por eso nos costó bastante organizarlo, ya que íbamos a contra reloj.

Nosotros decidimos llevar los hoteles reservados desde casa para no perder tiempo en buscar alojamiento por el camino, lo cual nos obligó a planificar la ruta antes de salir. Los hoteles, aunque no baratos, eran todos bastante correctos. Las habitaciones tiraban a pequeñas, pero para nosotros era suficiente.

El recorrido interior lo hicimos en tren para lo que vemos muy práctico la adquisición del Japan Rail Pass (JRP) y la reserva de asientos. Si quieres más información sobre cómo conseguirlo visita la página oficial. Los trenes son sumamente puntuales y está todo muy bien organizado, lo cual facilita los desplazamientos.

Algo que nos facilitó mucho el recorrido y que no habíamos hecho antes fue el envío del equipaje, de una ciudad a otra, por medio de empresas privadas. En nuestro caso lo enviamos desde Kioto hasta Tokio, a la que llegamos tres días después de dejar la primera. Este servicio se puede contratar desde los hoteles o en las propias empresas de transporte.

Viajamos en otoño. Viajar durante esta  estación hizo que los paisajes que vimos fueran maravillosos.  La gama de colores iban del marrón al amarillo pasando por el rojo, naranja, verde… Un auténtico espectáculo para los sentidos. Hacía un poco de frío para nosotros, porque tenemos la suerte de vivir en Canarias, pero nada que no se pudiera sobrellevar con algo de ropa térmica.

Japón es un país muy limpio, hasta en el parque más recóndito los baños públicos son un ejemplo de pulcritud, sin duda es el país asiático más limpio de los que hemos visitado. Está prohibido fumar mientras caminas, solo se puede hacer en las zonas habilitadas para fumadores que están correctamente señalizadas y limitadas.

No tuvimos ningún problema a la hora de comunicarnos con la gente en oficinas de JR, estaciones, restaurantes, tiendas, oficinas de turismo, etc. De hecho una de las cosas que nos sorprendió muy gratamente fue que, incluso, en algunos lugares encontramos mapas e información en español.

Día 1: Aeropuertos (Gran Canaria – Madrid – Estambul – Kioto)

Día 2: Llegamos a Kioto a las diez de la noche, recogimos el equipaje y nos dirigimos a la oficina de cambio que estaba justo a la derecha de la puerta de salida de pasajeros y que, para nuestra sorpresa, estaba abierta.

Sobre esto decir que en toda la información que buscamos antes, incluida la página oficial del aeropuerto de Kansai, decían que la oficina de cambio a la hora que llegaba nuestro vuelo estaría cerrada. Por ello hicimos un pequeño cambio de moneda en el aeropuerto de Madrid, cambio que nos resultó menos favorable del que pudimos hacer una vez  en el país. De hecho, fue en el aeropuerto de Kansai donde el cambio estaba mejor.

Una vez que ya teníamos nuestros yenes nos dirigimos a la oficina de JR para coger el billete de tren que nos llevaría hasta la ciudad.

Llegamos a la estación de Kioto y justo frente a la entrada principal estaba la torre de Kioto y, a pocos paso,s nuestro primer alojamiento por cinco noches: Hotel Hokke Club Kioto.

Dejamos las maletas, salimos a estirar las piernas y ver si había algo abierto para comer algo. Tuvimos suerte, en Japón hay edificios enteros con restaurantes en cada planta y en uno de ellos, no muy lejano a la estación, encontramos un restaurante muy bien ambientado y delicioso donde pudimos cenar.

Día 3: Arashiyama (Bosque de bambú), Templo de oro, Kioto.

Justo delante de la estación de Kyoto está la estación de autobuses (o como decimos nosotros de guaguas). Como no queríamos activar aún el JRP, para sacarle más partido, decidimos movernos en Kyoto en guagua para los trayectos largos.

Existen unos pases de un día que valen 500 yenes (Kioto Bus one -  day Pass).  Se pueden adquirir en las máquinas expendedoras o en una caseta, tipo quiosco, en la propia estación, delante de las paradas de guagua (eso sí, la señora del quiosco no habla inglés. Si se quiere información se tendrá que esperar a que abra la oficina principal, justo detrás del área de fumadores). Si solo vas a hacer un trayecto y no quieres pagar el pase de un día, puedes pagar dentro de la guagua, en las máquinas que están al lado del conductor, donde también tienes que validar el pase de un día si has optado, finalmente, por comprarlo.

Desplazarse en guagua no es complicado, lo único que si debemos tener en cuenta es que estemos en el lado de la calle que nos interesa para ir en una u otra dirección.

Al bosque de bambúes de Arashiyama (imprescindible visitar) recomendamos ir muy temprano, antes de que lleguen las avalanchas de turistas, para poder disfrutar del encanto y espiritualidad del lugar. Lo recomendamos en todos los lugares en los que queramos disfrutar de algo de paz.
 
 

Seguimos el camino hasta el lago, visitamos el templo Tenryu Ji, y luego otro pequeño templo que encontramos  con una puerta torii como entrada. Decidimos desandar el camino para hacer algunas fotos más del bosque de bambú y salir de nuevo a la ciudad. Después nos dirigimos a coger la siguiente guagua, pasando antes por algunas tiendas (que ya estaban abiertas), un bonito parque y el puente (para hacer unas fotos).

Cogimos la guagua y, tras hacer un trasbordo, llegamos al templo de oro (Kinkaku Ji).

Después decidimos volver a la zona del centro de Kioto y visitar el castillo Nijo – Jo, para luego seguir nuestro camino hacia Shinjo – dori y el mercado de Nishiki. Terminamos el día dando un paseo por Ponto Cho y Ginzo en busca de alguna geisha.

Día 4: Parque del Palacio Imperial de Kioto, Templos Zen,  Higashiyama norte y sur y Gion.

Este día fue de esos en los que parece que todo va a ir mal, pero que al final es casi de los más redondos. Comenzamos madrugando para ir de nuevo al centro a visitar el  Palacio Imperial de Kioto y como no se podía visitar (sin antes haber reservado hora) la visita se quedó reducida al parque de palacio, que al ser otoño estaba muy bonito y colorido.

Cambiamos  el rumbo y nos dirigimos al complejo de templos Zen Daitoku Ji, Imamiya Jinja y, luego, a tomar un té con una pasta, de sabor indescriptible, ensartada en palitos y remojada en una salsa (no sabemos cómo se llaman).

Tras este breve descanso nos dirigimos a la zona norte de Higashiyama, donde visitamos, además de numerosas tiendas de suvenires, el templo Ginkaku Ji (muy bonito) y paseamos por el Tetsugaku – no – Michi (sendero de la filosofía). Toda la zona es preciosa. Al finalizar el sendero, y al seguir descendiendo hacia la zona sur de Higashiyama, hicimos otra parada para comer en un pequeño salón (de una señora) una especie de tortillas con miles de ingredientes. Una de mariscos y otra de ternera. ¡Buenísimas! NOTA: Si no te gusta el jengibre avisa para que no lo espolvoreen al final.

Una vez en la zona sur, seguimos, nuestro circuito a pie, visitando en nuestro camino Ishibei- koji (una calle preciosa), Maruyama – koen (un parque con un cerezo gigante en el centro) y terminamos la jornada, ya por la noche, en la zona de Gion (zona de ocio y geishas).

Día 5: Miyajima, Hiroshima y Kioto.

Este día fue el que empezamos a utilizar el JRP, porque empezamos a hacer las excursiones en tren. Salimos temprano (con los asientos reservados) de Kioto dirección a Miyajima (1 hora y media) y allí cogimos el ferry también, también de JR, a la isla de Miyajima, donde está la mayor atracción del lugar: la puerta torii en el agua. El horario de salida y llegada de los ferrys y los trenes, por supuesto, están coordinados.

Miyajima se puede ver en unas horas. Hay un paseo lleno de ciervos, que se escapan del parque para ir a comer lo que les dan los turistas, y de tiendas que te van llevando a la famosa imagen de fotografía de la puerta torii.
 
 

Dependiendo de la marea y el clima que se coja esta imagen será más o menos parecida a las de las guías.

Si le queremos dedicar más tiempo hay varios templos, una pagoda, un museo, un acuario, un teleférico y algunas cosas más que nosotros no visitamos. También se pueden comer ricas ostras.

Nuestra siguiente parada fue Hiroshima. Aquí cogimos la guagua turística (incluida en el JRP) para llegar desde la estación de tren hasta el centro, donde estaban casi todos los monumentos que queríamos visitar. También había tranvías para moverse por la ciudad.

Visitamos la cúpula de la bomba atómica, la torre conmemorativa en honor de los alumnos movilizados, el monumento a las víctimas, la fuente y la llama de la paz, el museo conmemorativo de la paz de Hiroshima, el puente, las esculturas de origami y toda la zona.

De esta visita debemos decir que el museo nos pareció muchísimo más explícito si cabe que el memorial del holocausto de Berlín. Había muchísimos grupos de escolares que, al ver las imágenes  y las pruebas de la masacre expuestas, se tapaban los ojos horrorizados. Nos llevó un rato recuperarnos de la experiencia, pero pensamos que es una visita ineludible para así recordar lo que puede llegar a hacer el ser humano.

De vuelta a Kioto nos dirigimos a la zona de Kawaramachi para tomar y comer algo.

Día 6: Fushimi Inari Taisha, Nara y Kioto.

Salimos temprano hacia el santuario de las puertas rojas y pudimos disfrutar de la tranquilidad del lugar. Decidimos no recorrer la zona más alejada del sendero por la montaña (son varios kms), así que desandamos el camino para seguir a nuestro siguiente destino.

En Nara nos facilitaron un mapa de la zona en la oficina de turismo de la estación y nos explicaron el camino para la principal área de visita. Se puede ver la zona caminando y volver a la estación a pie, pero también hay una pequeña guagua roja que, por 100 yenes, te devuelve de la zona más alejada del parque Nara- koen a la estación. Visitamos el parque, dimos galletas a los ciervos, entramos al templo Todai-Ji, intentamos pasar por el agujero de  la columna de la felicidad (uno de nosotros lo consiguió), comimos en un restaurante hindú muy bueno, para cambiar un poco el paladar, vimos algunas tiendas y callejeamos un poco.

Y de vuelta a Kioto a tomar unas cervezas  y relajarnos para la cena.

Día 7: Kanazawa.

Salimos de Kioto, dejando en el hotel nuestro equipaje pesado para que la empresa de transporte nos lo llevara hasta Tokio, y ataviados con unas mochilas, con lo justo para unas cuantas noches, nos dirigimos a Kanazawa.

Como llegamos temprano, dimos un paseo desde la estación hasta nuestro hotel (Toyoko Inn), parándonos por el camino y haciendo tiempo hasta la hora del check in en el mercado Omi-cho, el parque del castillo de Kanazawa, el santuario de Oyama y el Kerokuen Garden con sus muchos y bonitos rincones.

Una vez que dejamos nuestras mochilas en la habitación visitamos, en el distrito de Nagamachi, la zona de Nagamachi Buke Yashiki, donde residían los samuráis, y también algunos centros comerciales. Esa tarde-noche se puso a granizar y decidimos comer algo y descansar pronto, para ir a la mañana siguiente a visitar lo que nos había faltado, que era el barrio de las geishas, al otro lado del río Asano-gawa,  antes de dirigirnos a nuestro siguiente destino.

NOTA: Para nosotros Kanazawa es una ciudad, dentro de lo que visitamos, que se puede obviar, añadiendo así una noche más, por ejemplo, en Takayama, que nos encantó.

Día 8: Takayama.

Tras visitar el barrio de las geishas, en la zona de Higashi-chaya-gai en Kanazawa, donde nos pilló una lluvia importante, fuimos a la estación y cogimos el tren, que como era de los antiguos tenía calefacción en los asientos. Eso nos sirvió para secar nuestra ropa mojada, mientras nos dirigíamos, por un camino precioso, entre montañas, a Takayama. Hay que hacer un trasbordo.

Takayama es una ciudad preciosa en un entorno rural inigualable. Aquí nos hospedamos en un hotel tradicional (ryokan): Oyado Koto no Yume. Un hotel diseñado al estilo tradicional de las casas de Takayama. Se puede reservar un baño en un omsen  privado y degustar un desayuno tradicional. Todo maravilloso.

Takayama es una ciudad para pasearla, caminar por sus calles, cruzar sus puentes, visitar sus mercados y, si se tiene tiempo, acceder al área de templo de Higashiyama. La zona de reserva de monumentos tradicionales se encuentra entre Shimonino-machi y Oshin-machi y la zona de Sanmachi  es donde se encuentran las casas particulares antiguas y de samuráis. Muchas de ellas convertidas en bonitas tiendas, destilerías de sake o cafés.

Comimos carne de ternera de Hida, servida en la barbacoa tradicional japonesa, típica de allí y buenísima. Paseamos por sus calles y nos fuimos al hotel a disfrutar de nuestra habitación tradicional y ponernos las ropas tradicionales (turistada, pero las fotos para el recuerdo quedan bastante chulas).

Día 9: Tokio.

Nos levantamos temprano para visitar el mercado matutino de Takayama y dar el último paseo por sus calles antes de dirigirnos a Tokio.

Llegamos a Tokio y fuimos desde la estación a nuestro hotel  (Nishitetsu Inn Shinjuku). Nos costó un poco encontrarlo porque no estábamos muy orientados y el cambio, de ciudades más rurales a encontrarnos otra vez en una ciudad grande, bulliciosa, y llenísima de gente, nos impactó y despistó un poco. Pero, finalmente, resultó estar muy bien situado y, por supuesto, teníamos nuestro equipaje esperándonos.

Tokio es un lugar que te invita a consumir. La zona de Shinjuku, donde nos hospedamos, está repleta de centros comerciales y hay edificios enteros de restaurantes, que tienen empleados a pie de calle invitándote a entrar. Lo neones por la noche son tan abundantes que no parece que haya oscurecido.

Visitamos el barrio rojo. Llama mucho la atención que en una cultura como la japonesa existan barrios de este estilo, algo más sórdidos, en una zona tan concurrida. Paseamos por varias zonas comerciales, con la decoración navideña ya colocada. Todo el mundo cargaba con varias bolsas en las manos. Seguimos callejeando, explorando las zonas aledañas, y aprovechamos para reservar asientos para las siguientes excursiones.

Día 10: Nikkó, Tokio.

Llegamos temprano a Nikkó y caminamos desde la estación, calle arriba, por el pueblo hasta el Shinkyo Bridge, para llegar a la entrada del complejo de templos budistas, puertas torii, pagodas y santuarios sintoístas, en un entorno montañoso y escarpado muy bien conservado. Ya a esas horas estaba lleno de gente. Entre los lugares, declarados Patrimonio Mundial, que podemos visitar aquí se encuentran el templo budista Rinno- Ji , los santuarios Toshogu Shrine, Taiyuin y Futarasan Shrine y la pagoda de cinco niveles.

Volvimos a Tokio para visitar Akihabara (barrio de la electrónica, donde muchas chicas van vestidas de colegialas). De allí, caminando, a la zona de Kanda. Luego cogimos el circular (metro incluido en JRP) rumbo a Takeshita Dori  y Omotesando (Harajuku). Luego andando a Shibuya. Las vistas del cruce son buenas y gratuitas desde el Starbucks. También visitamos la colina de los hoteles del amor (alquilan habitaciones por horas), la estación y cenamos en uno de los muchos restaurantes donde pides la comida en una máquina. Esta te expide una ficha que luego intercambias con el cocinero. Aunque hay empleados que te ayudan por si, como nosotros, te encuentras algo perdido. Para acabar nos dimos otra caminata hasta el hotel.
 
 

Día 11: Monte Fuji, Tokio.

Nos levantamos temprano para intentar ver la imagen del monte Fuji antes de que las nubes lo taparan. Decir que el camino y las vistas desde el  tren son muy bonitas.

Nosotros nos decantamos por visitar el pueblo de Kawaguchi-ko, uno de los puntos de la región de los cinco lagos del Fuji, donde mejor se puede ver y fotografiar la emblemática montaña reflejada en el lago del mismo nombre. Tras verlo y visitar el pueblo nos dirigimos de nuevo a Tokio.
 
 

En Tokio nos decantamos por la zona de Marunouchi y del Palacio Imperial (centro). Para nosotros con menos encanto. Hay un par de outlets de electrónica al lado de la estación. La zona tiene un carácter financiero del alto standing. Comimos por la zona y luego, andando, dirección Ueno (visitamos su parque), Yanaka (callejeando hasta el mercado). Yanaka es más tradicional, con un área de artistas y varios templos interesantes.

Día 12: Tokio.

Este día nos quedábamos en Tokio y salimos algo más tarde. Pudimos ver hordas de trabajadores, vestidos de forma similar, con la mirada fija y andando ordenadamente, dirigirse a sus trabajos. Igualmente curioso nos pareció ver el estado en que veíamos a algunos de esos trabajadores recogerse por las noches, digamos que algo chispados (cosa, según parece, de un gen).

Este día nos dirigimos a visitar las zonas de Asakusa y Sumida-gawa (en metro). Hay tarjetas de 1, 2,3… días para el metro. Se puede visitar el Tokyo Sky Tree y pasear por parques donde nos llamó la atención ver zonas de pesca, frecuentadas por lugareños, en medio de ellos. Otras zonas de interés son el templo Senso-ji (con su repleta zona comercial) y los alrededores del mismo. De ahí (metro) fuimos al mirador (zona de Roppongi) y, andando, recorrimos varios barrios más (algunos de estilo afrancesado) en dirección a los pies de la Torre de Tokio (réplica de la Torre Eiffel). Por último, fuimos en busca del parque Yoyogui (llegamos oscureciendo), para terminar cogiendo el metro (tras un paseo) en Shibuya, dirección Shinjuku Golden-gai. Allí pudimos cenar en uno de los típicos restaurantes en los que la yakuza solía urdir sus planes. Imprescindible cenar y dar una vuelta por los bares. Muy típico.

Día 13: Tokio. Aeropuertos Estambul – Madrid – Gran Canaria y regreso a casa.

Pasamos  por la milla de oro, donde están las tiendas de las marcas más prestigiosas, de camino al mercado del pescado Tsukiji (El más grande del mundo). Es espectacular para mezclarte con la gente, probar toda clase de marisco o pescado fresco y, por qué no, robar algunas fotos. Eso sí, recomendamos llevar un calzado al que no le tengas demasiado aprecio.

Visitamos el Tsukiji Hongwanji. Un templo budista precioso, en el que tuvimos la suerte de presenciar una ceremonia.

Desde allí (el vuelo salía de noche) empezamos a callejear hasta el Palacio Imperial y aledaños, para terminar rumbo Shinjuku (última vuelta) y dirigirnos al hotel. Luego cogimos un taxi hasta el aeropuerto.

 

E.Jota

jueves, 1 de mayo de 2014

BALI: 7 DÍAS/6 NOCHES. ABRIL 2014.



                Este destino lo elegimos (1 mujer y 1 hombre), aprovechando la cercanía con Singapur, para relajarnos en un entorno algo más rural y alejarnos de las modernas construcciones de hormigón y cemento de las ciudades que habíamos visitado hasta ese momento. Fue un oasis, un paréntesis. Luego volveríamos a Singapur otra vez, unos días más, antes de irnos definitivamente a casa.

                Aunque en un principio, como decíamos, pensábamos relajarnos un poco, resultó ser complicado (aunque no imposible) debido al caos, sobre todo automovilístico, y a la masificación de la mayoría de zonas habitadas.  El interior, quizás algo menos turístico, es muy bello e interesante, mientras que las playas, aunque inmensas, a nuestro parecer dejan bastante que desear en comparación con otras sitas en la propia Asia. Por ejemplo, el agua, aparte de muy, muy caliente (mucho más que en Caribe), estaba bastante sucia. Mucha culpa de esto último creemos que se debe a un tipo de turismo menos concienciado con el medio ambiente y más enfocado a la diversión nocturna.


Día 1:
 
                Llegamos a Bali tras 2 horas y media de vuelo, desde Singapur, temprano. El aeropuerto es bastante curioso por su estilo típico balines. Te visan a la llegada al mismo, tras pagar las tasas correspondientes. Se pueden pagar en euros o dólares.

                A la salida cogimos un taxi. Hay a “punta pala”. Los precios son fijos según destino y están expuestos por el aeropuerto y en las salidas del mismo. También hay transportes privados más selectos y caros. El tema del tiempo en carretera, aunque las distancias sean cortas, siempre es exagerado. Si tienes en cuenta las horas punta, quizás se puedan ahorrar algunos minutos, pero no depositéis demasiadas esperanzas en ello.

                Dividimos nuestra estancia en dos. Una parte para el interior y otra parte para playas. Pusimos nuestro primer campamento base en Ubud. Este pueblecito ha notado un aumento de la actividad turística desde que fuese uno de los exteriores escogidos para la película Come, reza, ama de Julia Roberts. Quizás le haya hecho perder algo de encanto autóctono, pero aún conserva bastante y debe ser un punto de visita obligada. El trayecto para recorrer los escasos 40 km desde el aeropuerto hasta el pueblo fue de, aproximadamente, hora y media.

                Tuvimos la fortuna (a nuestro parecer) de que algo así como un príncipe (o algún pez gordo) del pueblo se casaba con una chica de otro lugar cercano ese día. Debido a tal acontecimiento engalanaron toda la zona e invitaron a cenar y a la fiesta nupcial a todo el pueblo (turistas incluidos) Eso sí, se desarrollaba en la calle. Animaron el ambiente con distintos grupos musicales y salieron a saludar a los invitados. Esto hizo que algunos templos estuviesen cubiertos con adornos o cerrados y que hubiese más bullicio o escandalera por la calle (aunque esto es más habitual incluso sin boda), pero, por otro lado, hizo más fácil interactuar con la gente local en condiciones más desenfadadas, probar la comida típico con una hoja como plato, y, por supuesto, gozarnos un fiestón. Tuvimos mucha suerte.

                Cómo decíamos antes, Ubud está viviendo su particular “boom” turístico. Dicen que tiene menos encanto que años atrás, pero suponemos que eso es algo que le pasa a todo… el tiempo pasa. El centro (más turístico) del pueblo estaría delimitado por las calles Monkey Forest (oeste), Hanoman (este), el Monkey Forest (propiamente dicho) al sur y la calle Raya al norte.  Dentro de él es el mejor sitio para alojarse, si se desea algo de vida por la noche. Nosotros nos quedamos en Okawati Hotel. Un lugar encantador, con villitas tipo balines, jardín interior, una pequeña piscina, bien ubicado y no muy caro. El desayuno estaba incluido. Muy recomendable.

                Hay varios puntos de interés para visitar en la zona: Al norte están el templo Pura Desa, Ubud Palace, Pura Marajan… así como otros templos, museos… Al sur destaca el Monkey Forest (los monos son sagrados) y a las afueras, se pueden visitar sus típicos arrozales. Hacia las afueras se puede ir andando, en bici o coche (en función de la distancia a recorrer)

                El primer día decidimos usar los pies para recorrer el corazón del pueblo y sus alrededores más cercanos. Salir un poco del par de calles principales (con más tiendas y restaurantes) y perderse por callejones es una gozada. En las entradas de las casas hay placas informativas sobre cuantas personas (diferencian por sexos y edad) residen en ese lugar. (Ojo: es muy usual confundir casas de vecinos con templos, ya que algunas son muy similares) Luego por la noche habilitaron una especie de carpa donde comer y bailar, y ahí estuvimos hasta que decidimos irnos a descansar.

                En la misma calle que el Palacio Real hay un pequeño mercado artesanal y unas cuantas terrazas para tomar algo, comer o cenar (KOKI) muy recomendables, a buen precio. Aunque realmente los hay (restaurantes, bares y terrazas) de todos los colores y por todos lados. Allí también hay un centro de masaje (OOPS) muy recomendable y económico.

                                Ubud no es un buen lugar para cambiar dinero. Hay mucha competencia, pero en la zona de playa encontramos el cambio más favorable para nuestros intereses.


DÍA 2:
 
                Madrugamos para visitar a pie unos arrozales cercanos y luego alquilar unas bicicletas (Aditya Tourist Information) para hacer una excursión a zonas un poco más alejadas. Ubud, al igual que sus habitantes, es una ciudad amable. Puedes visitar sus puntos de interés de paso, mientras paseas. Esto hace que no te invada la prisa por verlo todo rápidamente. De hecho hay tiempo de sobra para verlo todo, varias veces, y hacer otras muchas cosas entre tanto.

                Los arrozales (a pie) estaban hacían el noroeste. Se hace necesario un mapa (guía o punto de información) para acertar con el sendero. Hay que andar por callejones y lugares tan inhóspitos que, sin un mapa, resulta fácil perderse o pensar que se está perdido. El paseo por los campos de arroz y las maravillosas vistas, no obstante, compensan el riesgo de perderse un poco.
 
                Luego revisitamos algunos templos y desayunamos otra vez antes de alquilar las bicis y visitar otros hermosos campos de arroz más a las afueras. Por el camino se pueden ver algunos templos y terminar en el Monkey Forest. Es importante decir que las carreteras comunales son algo más seguras (más o menos) para ir en bici, pero fuera de ahí se convierte en un deporte de riego.

                En la entrada al Monkey Forest hay vendedoras de plátanos para los monos, pero estos aceptan otras frutas y, en general, todo lo que se pueda comer. Si ven cosas las cogen, así que ojito con cámaras y mochilas. En general son amigables (a veces demasiado)  El parque en sí está muy guapo. Hay mucha naturaleza, bonitos puentes y esculturas de animales, así como un entretenido paseo hasta una caída de agua normalita. También hay un bonito templo y un cementerio de monos.

                Volvimos a devolver las bicicletas y prepararnos para la cena. Una opción recomendable (aunque los precios son más a la europea) es el Café Lotus, ofrece posibilidad (con reserva) de espectáculo y mesa balinesa sobre el agua. El espectáculo es lo que es (gusta o no), el servicio y ambiente está bastante cuidado y la comida es buena. Si al final echas números no es ni tan caro. El bar (la zona de baile) forma parte del templo Puri Saraswati.


Día 3:


                Paseo matutino por los alrededores y alquilamos un taxi para que ese día nos moviesen por ahí (precio pactado) También hay excursiones individuales o para grupos. Todas visitan las mismas cosas y los precios también son similares. Los itinerarios se pueden adaptar al gusto particular de cada uno.

                Tocamos los templos Goa Gajah y Tirta Empul. El primero, inserto en un bonito paraje natural, consta de varios templos en su interior. El segundo es más palaciego y tiene unas fuentes (en las que se puede bañar) que, según la tradición, purifican a quién se bañe en ellas. También visitamos Kintamani para ver las imponentes vistas del volcán y el lago. Finalmente, de camino a Ubud, elegimos otros campos de arroz para pasear un poco.
 
                En los templos ni mujeres ni hombres pueden ir con pantalones por encima de la rodilla. Es aconsejable llevar o comprar un pareo para poder taparse si fuera necesario.

                El resto del día fue de paseos y relax por Ubud.


Día 4:
      

                A otra horita y pico larga de carretera está Legián, que fue el lugar elegido para quedarnos el resto de las vacaciones en Bali. Nos hospedamos en The Magani. Muy buena elección.

                El lugar, seamos franco, no es para nada bucólico. Bares, terrazas, tiendas, en calles infestadas de tráfico y playas enormes de agua caliente y sucia, es lo más que ofrece. También se observa más pobreza y desfase que en el interior. Es muy común que te oferten drogas o viagras por la calle. Ojo: El trapiche con drogas puede llegar a penarse con muerte en Bali.

                El lugar es frecuentado por surferos, pero existen otras playas más coquetas y limpias para practicar este deporte.

                El primer día se pasó recorriendo Kuta, Legián, y en la playa. Los precios de casi todo (comida, bebida y compras) eran bastante más económicos que en Ubud.

                Por las noches, en la calle donde se encuentra el muro conmemorativo (Kuta) por el atentado de 2002, se montan unos fiestones de aupa. La calle es un auténtico escándalo. Los locales de copas tienen la música a tope y es necesario hablar a voces en la propia calle. Si te gusta la juerga, sin duda, este es tu lugar. A nosotros quizás se nos quedó un poco grande. Alguna vuelta, para contagiarte del fervor popular, pero la opción atardecer en la playa (Badan Pengelola) y algún plan relajado (menos escandaloso) por los alrededores de esta nos sedujo más.


Día 5:


                Rumbo península de Bukit (a pie) por la avenida de la playa al principio y callejeando por barrios interiores, tras desayunar algo en un centro comercial, Habiendo caminado alrededor de 2 horas, decidimos pillar un taxi hasta Uluwatu Temple. Digno de visitar. Los acantilados son impresionantes.

                Con el mismo taxi que nos llevó al templo (nos esperó) nos dirigimos a Jimbaran, un bonito pueblo pesquero, con una coqueta playa de aguas turbias (algo sucias) y cayucos de colores. En el lugar se puede, aparte de visitar el pueblo y la pequeña lonja, comer marisco “fresco”.

                Luego vuelta a Legián.


Día 6:


                Rumbo a Seminyak por el interior, a pie. El camino ofrece algunos lugares de interés, pero son escasos. No es nada turístico. Hay multitud de tiendas que venden gasolina para motos en botellas de vodka y mucho camino de nada.
 
                Seminyak tiene un par de calles animadas con tiendas curiosas y lugares para comer o tomar algo, luego es un barrio curioso, pero insulso. Volvimos por la playa (es la misma que en Legián y Kuta) hasta Legián después de relajarnos un poco por la zona. La parte de playa de Seminyak está más limpia y es bastante más tranquila que Kuta o Legián.
                 El resto del día lo tomamos para alguna compra y, ahora sí, relajarnos un poquito.


Día 7:
               
                Entre la playa y la piscina del hotel hasta volver a Singapur.

SINGAPUR: 5 DÍAS/4 NOCHES. ABRIL 2014


SINGAPUR: 5 DÍAS/4 NOCHES. ABRIL 2014

                Antes que nada decir que este destino era de escala obligatoria entre Malasia y Bali. Aprovechamos (un hombre y una mujer), como ya hemos hecho en otras ocasiones, para visitar a unos familiares que nos hicieron la estancia más grata e intensa (jugamos con ventaja).

                Pese a ser el país más pequeño del sudeste asiático, para patearla son necesarios algunos días. Sin duda, como conjunto, Singapur es la ciudad más ordenada y próspera de la zona (al menos a primera vista). Las zonas más céntricas están rodeadas de grandes y espectaculares centros comerciales o inmensos rascacielos a la vanguardia de la arquitectura. No obstante, también tiene algunos barrios que evocan el Asia que el viajero suele tener más en mente.

                Sin detenernos en realizar estadísticas, en Singapur se nota la presencia de 3 culturas entremezcladas y conviviendo en paz y armonía. La china, malaya e india.

                El lugar es conocido también por sus normas y restricciones, que para el punto de vista occidental pueden resultar algo estrafalarias, como la de prohibir mascar chicle y esas cosas. Por lo que nos pudimos enterar comprar un coche tampoco resulta barato y existen normas de cuando se puede circular y cuando no (según matrículas)

 

Día 1) Johor Bahru – Singapur

                Nuestros primos habían ido a Johor Bahru a pasar un día con nosotros en Malasia, por lo que a la vuelta (no sin antes sacarle todo el jugo a las instalaciones del hotel) nos bajamos con ellos y cruzamos la frontera por tierra (igual que en avión pero dentro del coche).

                Nos fuimos para su casa para soltar el equipaje y dar una pequeña vuelta por algunos lugares. Nos llevaron a cambiar dinero a Little India (Almacenes Mustafá), nos dieron una vuelta en coche por algunas zonas interesantes del extrarradio y a visitar algunas zonas más céntricas (Raffles Hotel, Kampong Glam…) Para terminar fuimos por los alrededores de Clarke Quay  a tomar una copa y conocer la noche singapureña.

 

Día 2) Singapur

                Este día (no es un día) es algo singular. Para que se entienda, sin romper la línea temporal, lo dividiremos en dos:

1-      Nos levantamos temprano para ir al aeropuerto y ponernos rumbo a Bali para pasar unos días. Dejamos las maletas en casa de los primos, por lo que fuimos con lo necesario y sin cargar con equipaje.

2-      Llegamos de Bali (después de sacarle todo el jugo al lugar) ya oscureciendo. Nos alojamos en el hotel Rendezvous, bien situado. Está bastante bien, pero no es barato.

Esa noche (nuestros primos se fueron) nos dimos un paseo por, la iluminada y concurrida, Orchard Road y sus alrededores, cenamos en uno de los cientos de restaurantes que hay en sus centros comerciales y nos fuimos a dormir.

 

Día 3) Singapur

                Por fin un día completo en la zona. Madrugamos. Ese día, a primera hora había un clima, que sin niebla, hacía que se empañase el objetivo de la cámara en cuestión de segundos (cosa rara) Luego se quitó

Dimos una pequeña vuelta por los alrededores antes de desayunar y coger el metro hacia Marina Bay. Nos bajamos antes de llegar a la noria. Había habido evento deportivo y se veía gente yendo de aquí para allá, pero estaba terminando y la gente se dispersaba. Es el perfil más conocido del país y donde el pueblo se reúne en las grandes ocasiones.
 

 

La zona está salpicada de puntos de interés recomendables (El paseo del río, los estrambóticos edificios (muchos de ellos museos), sus Jardines de la Bahía, los muelles (Quays), el parque del Merlion…) y es bastante entretenida. Hay que tomárselo con calma. Para ver todos los lugares hay que cruzar puentes.

Tras un buen rato recorriendo los alrededores nos decidimos por ir hacia Chinatown. Se trataba, como siempre, de ir viendo algunos lugares de relevancia, mezclados con barrios más lugareños, mientras caminamos. Pero hemos de reconocer que el contraste es menos obvio que en otras urbes asiáticas. Lo más llamativo fue el CBD, su centro neurálgico de negocios.

De Chinatown, aparte de su inmenso mercado de estilo tradicional, destacan sus templos (Buddha Tooth Relic, Sri Mariamman, Thian Hock Keng), su mezquita, pero sobre todo su ambiente. La zona, para ser un barrio chino, está impoluta (dentro de lo que ocasiona el propio desmadre del bullicio). Para ver algo más tradicional hay que seguir hacia la estación de metro y cruzar la carretera (puente). Esa zona es mucho más típica: con un centro comercial a la china, multitud de puestitos de comida muy asequible y un cambio de divisas parecido al de Mustafá. Tiene su propio mercado de abastos.

Comimos, lógicamente, algo ligero en los puestitos (riquísimos) y esperamos a nuestra prima (habíamos quedado para comer) dando un paseo por los alrededores. Cuando llegó nos llevó a comer japonés, en un centro comercial de los alrededores, y luego seguimos recorriendo la zona (Chinatown) con ella y uno de sus hijos.

Volvimos (esta vez en taxi) a los alrededores de Marina Bay  para visitar el Templo Kwan Im Thong Hood Cho y pasear un poco por allí. En los alrededores de los templos hay multitud de tiendecitas de flores muy bonitas.

En la zona hay varios centros comerciales. Bucis Street es una especie de centro comercial alocado con ropa y complementos (entre otras cosas) a buenos precios y para casi todos los gustos.

Total, que vuelta arriba, vuelta abajo, alguna comprita, algún templo… nos oscureció. Fuimos al hotel y para cenar fuimos a un Thai, a un paseito desde el hotel. Muy bueno, aunque sin finuras.

 

Día 4) Singapur

                Como ya habíamos visitado Chinatown, esa mañana nos inclinamos por empezar la jornada por Little India. Es el barrio más auténtico, folklóricamente hablando, de Singapur. Sus templos, mercados, callejuelas, restaurantes… Todo es auténtico. Paseamos durante la mañana  por Little India y le dimos una vueltita a Kampong Glam, pero terminamos regresando (a Little Indian) a seguir conociendo la zona y comer algo en el restaurante Azmi (muy autóctono y de barrio, pero riquísimo). (NOTA: A Little India hay que darla tiempo para que despierte y verla en su esplendor).
 
 

                No quisimos abusar de la comida, ya que nuestros primos nos habían invitado a su casa a comer. Riquísimo… La verdad es que en este viaje, en general, la comida nunca fue motivo de malestar.

                Tras la comida fuimos al templo Gurdwara Sahib Yishun, estuvimos conociendo más familia y amigos nuevos. Esto nos proporcionó una visión distinta de las frenéticas zonas más turísticas y céntricas. También nos llevaron a algunos templos (Yishun Mariamman…) menos frecuentados por turistas.

                Para cenar elegimos (nuestros primos) el restaurante Ananda Bhavan (en Little India). Buenísimo y la paratha descomunal.

                Antes de irnos a la cama nos fuimos tomar una copa en familia al hotel Ritz-Carlton Millenia Singapore.

 

Día 5) Singapur – Barcelona – Gran Canaria

                Nos tomamos el día para ver relajadamente las zonas que más nos habían gustado. El avión salía de noche y pudimos aprovechar el día.

                El paseo nos llevó hasta la milla de oro y alrededores (zona comercial), en la zona de Orchard Road. La zona también ofrece precios medios. De allí fuimos (andando) al Newton Food Centre a comer. Son unas mesas (tipo camping) rodeadas de restaurantes de toda Asia. Puedes elegir lo que quieras, de donde quieras, y te sientas en una de las mesas. Recomendable. Es muy auténtico. El paseo es entretenido, pero no corto.
 
 

                Habíamos dejado las maletas en la recepción y a la vuelta del último paseo nuestros primos nos recogieron en el hotel, con unos amigos, para hacernos una cena de despedida. Primero fuimos a  un restaurante donde podías pescar tu propia cena, pero algo pasó y nos decantamos por el Jalan Kayu Cafeela Roti Prata. Un sitio muy auténtico donde se come realmente bien.

                No hubo tiempo para más y regresamos a casa.

 

E.JOTA